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Debate.Meritocracia: una cortina de humo para justificar la pobreza y la desigualdad

En Clarín podemos leer la historia de Jorge Gómez que pasó de una humilde familia en lomas del Mirador a ser propietario de una marca de gabinetes eléctricos. En Infobae nos topamos con la historia de César Sanabria, habitante de la Villa 31, recibido de flamante arquitecto. En La Nación, todas las semanas nos encontramos con historias de emprendedores que, luego de supuestamente irse del país con lo puesto, logran en el exterior realizar sus objetivos empresariales. El mensaje es claro, para salir de la pobreza hay que apelar al esfuerzo individual. O, dicho de otra manera, la pobreza es responsabilidad de quien la padece por no esforzarse lo suficiente.

2 de junio de 2021

Crisis y oportunidades

Gómez repite como verdad revelada y secreto de su éxito que toda crisis es una oportunidad económica. Este principio excluye a 209 millones de personas que viven en la pobreza en América Latina, según un informe de la CEPAL de fines del 2020. La investigación señala que 22 millones de personas cayeron en una situación de empobrecimiento, que el año anterior. De ese total, 78 millones de personas se encuentran en situación de pobreza extrema, 8 millones más que en 2019.

Quienes sí aprovecharon la oportunidad fueron las 2.755 más ricas del mundo, 660 más que hace un año. Que en conjunto sus fortunas valen US$ 13,1 billones más, frente a los US$ 8 billones de la lista de 2020. En Argentina 5 multimillonarios vieron engrosar sus fortunas en 15700 millones de U$S mientras la pobreza creció al 42%. Dentro de ese universo se encuentran franjas enteras de la clase trabajadora cuyo salario cayó fulminado por la inflación.

Meritocracia y desigualdad

El discurso de la meritocracia de los medios hegemónicos intenta ocultar tras la falacia de la igualdad de oportunidades, el problema de la desigualdad real generada por la administración capitalista de la pandemia.

Hace tiempo el charlatán mediático del libertarismo criollo, Javier Millei, aseguraba que la superioridad del capitalismo porque aseguraba el derecho de todos de consumir Coca Cola. Lo cierto es que el régimen burgués es incapaz inclusive de permitir a todos consumir la gaseosa emblema de los EEUU o incluso aún acceder a un plato de comida. El conflicto con los frigoríficos y grandes ganaderos por el precio de la carne tiene como trasfondo que el consumo de carne por habitante habría llegado a 45,2 kg/año, un nivel 12% inferior al de un año atrás y el nivel más bajo en los últimos 100 años de historia nacional. Sumemosle que en Argentina, más de 10 millones de personas reciben alguna ayuda alimentaria.

La meritocracia viene a ser el discurso para justificar la desigualdad como producto legítimo de la igualdad de oportunidades. La situación social sería el producto de la división entre quienes tienen la astucia y la iniciativa emprendedora para aprovechar las crisis y quienes no tienen ni el talento ni hacen el esfuerzo suficiente para sustraerse de su situación de miseria. De esta manera la desigualdad se racionaliza y justifica con la idea de que los ricos merecen su fortuna porque son más listos y trabajan más, mientras que los pobres merecen serlo porque son vagos y malentretenidos, como solía calificar al gaucho la oligarquía criolla.

La demonización del pobre acompaña a la meritocracia como la sombra al cuerpo. La demonización es inevitable en todas partes por las desigualdades. La desigualdad es irracional, la concentración del poder y la riqueza en pocas manos son la causa del empobrecimiento general, por ende, para esconder esta realidad, es necesario demonizar a la pobreza para justificar la desigualdad.

Como sostenía Max Weber al respecto: “el que está mejor situado siente la urgente necesidad de considerar como “legítima” su posición privilegiada, de considerar su propia situación como resultado de un “mérito” y la ajena como producto de una ’culpa’”.

Lucha de clases

La meritocracia parte de la idea de una sociedad de individuos con las mismas oportunidades. Sin embargo, esta concepción es pura fantasía, los individuos a los que apela la meritocracia son seres fantasmales. El discurso de la meritocracia para funcionar tiene que negar la pertenencia a distintas clases sociales, el acceso a la propiedad privada de los grandes medios de producción y cambio y los privilegios que conllevan. Sobre la base del conflicto entre la producción social y la apropiación individual, se desarrolla la lucha de clases.

La meritocracia se basa en la explotación de la fuerza de trabajo, no en el talento individual. El éxito consistiría en dejar de ser explotado uniéndose a las filas de los explotadores. Margaret Tatcher, quien encabezó la ofensiva neoliberal contra el movimiento obrero, señaló que ella quería una nación de propietarios y no de proletarios. Por el contrario, dejó un tendal de desocupados, destruyó los derechos laborales y concentró la riqueza en unas pocas manos. Para hacerlo debió derrotar la histórica huelga de los mineros de 1985.

Para mantener a raya a los trabajadores, la idea de la meritocracia es hacer del mismo un ser sin conciencia de su situación de clase, que no reconozca en su compañero de trabajo un hermano de clase sino un competidor, que no luche contra la explotación y por sus derechos, sino que acepte desorganizadamente que su suerte depende pura y exclusivamente de su obediencia a los dictados de las patronales y su sacrificio.

La meritocracia es un discurso que busca liquidar la lucha de clases y la consiguiente organización colectiva de los trabajadores y el pueblo pobre en busca de una salida común a la crisis generada por los capitalistas y sus gobiernos. La solidaridad, la unidad de intereses entre trabajadores, la conciencia de que las patronales son las enemigas y que no hay conciliación posible con ellas, son valores que la meritocracia burguesa busca desterrar como practica social.

Sin grieta

El discurso de la meritocracia en nuestro país tuvo su auge durante el gobierno de Cambiemos que vino a pulverizar salarios, dejar un tendal de desocupados y enriquecer a los empresarios financiando con deuda pública la fuga de capitales. Sin embargo, no es solo un discurso derechista. La justificación del funcionario kirchnerista Carlos Zanini sobre porque tenían junto a Horacio Verbitsky que ser privilegiados en el acceso a las vacunas cuando estas escasean, por ser personas importantes, demuestra que la grieta con sus detractores derechistas no es tan abismal.

La política del Frente de Todos de pagar la deuda externa llevando a cabo un ajuste que recae sobre las espaldas del pueblo trabajador, de ajuste de los salarios estatales y jubilaciones, del presupuesto de salud, empobreciendo aún más al pueblo, es el marco del discurso meritocrático. Mientras Alberto Fernández predica la solidaridad como "acto revolucionario" apela a la responsabilidad individual como política hacia la pandemia y deja a millones en banda a merced del sálvese quien pueda, sin un ingreso, sin otro recurso que el de exponerse al contagio para sobrevivir. Mientras tanto deja intactos los privilegios de aquellos que se enriquecieron en nombre de la meritocracia y saquearon el país.

En conclusión, la meritocracia es el discurso de quienes son responsables del hundimiento de la sociedad en la pobreza, que buscan ocultar con este discurso sus responsabilidades como clase social y diluirlas en la idea de la responsabilidad y el esfuerzo individual. (LID) Por Facundo Aguirre

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