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¿Qué hay detrás de la suba del dólar?

Los factores coyunturales y las causas estructurales. ¿Cómo impactará en la inflación? Ganadores y perdedores.

26 de julio de 2017| Pablo Anino |

El dólar entró en terreno inestable. Luego de un máximo histórico de casi $ 17,9 para la venta en los bancos, la intervención del Banco Provincia bajó la cotización hacia el final del lunes. El martes volvió a retroceder. Pero el movimiento del último tiempo es claramente ascendente.

En parte, la suba reciente se debe a la demanda por resguardo frente a las elecciones, a causas estacionales por las vacaciones de invierno, pero también a que los agroexportadores ofertaron menos dólares, conteniendo sus liquidaciones, y a que el Banco Central dejó correr el alza.

Las especulaciones son muchas: ¿cómo impactará en la inflación? ¿Qué hará la autoridad monetaria en adelante? ¿A qué precios estará el dólar a fin de año?

La actual suba del dólar todavía no tiene la dimensión de devaluaciones como la que inauguró el Gobierno de Macri en diciembre de 2015. Pero tampoco es para dejar de prestarle atención.

A pesar que su cotización es flotante, definida por el “libre” juego de la oferta y la demanda, todos los economistas coinciden en que el Banco Central tiene “poder de fuego” guardado en sus reservas para influir fuertemente en el precio del dólar.

Por lo cual, la escalada de los últimos meses fue avalada por la entidad monetaria: desde el 11 de abril al 24 de julio la divisa estadounidense subió 16 %. En relación a principios de año, la suba es menor: 10 %. Esto se debe a que entre enero y abril la cotización se contrajo.

Desde abril hubo tres sacudones: cuando se agudizó la crisis política de Brasil en mayo; luego en junio durante el momento en que Argentina no calificó como “economía emergente”, tal cual esperaba el establishment local; y, por último, las últimas semanas, en parte por las especulaciones electorales.

Todo el “poder de fuego” del Banco Central le debe las gracias a los dólares que entraron al país. Es decir, es literalmente prestado: depende de la escalada de la deuda externa que toma el Gobierno nacional, pero también las jurisdicciones de menor escala, como las provincias; como así también del ingreso de los dólares especulativos que aprovechan el diferencial de las altísimas tasas de interés que paga la entidad que dirige Federico Sturzenegger y que volvió a ratificar esta semana.

Los tres sacudones mencionados se dieron (y se dan) frente a la posibilidad que la autoridad monetaria (y no sólo ella, sino el propio Gobierno) vea reducido su “poder de fuego” frente al cambio de condiciones internacionales que provoquen una retirada de capitales de Latinoamérica o la pérdida de confianza de los “mercados” en que Cambiemos podrá seguir realizando su plan de ataque a las condiciones de vida del pueblo trabajador.

Desequilibrios estructurales

La inestabilidad coyuntural con movimiento ascendente del dólar tiene lugar en una economía que opera sobre desequilibrios estructurales importantes.

Este martes el Indec dio a conocer los datos de la balanza comercial del primer semestre del año: el rojo por el acelerado aumento de las importaciones por sobre las exportaciones alcanzó a U$S 2.613 millones.

Según la consultora Abeceb, afín al Gobierno, el rojo es el "mayor para dicho periodo desde 1994".

Por su parte, las cuentas internacionales muestran también números negativos en servicios como turismo, entre otros ítems.

A la vez, está teniendo lugar una fuga de dólares del sistema de una dimensión tendencialmente explosiva, como así también un sostenido flujo de divisas por remisión de ganancias hacia el exterior de las empresas imperialistas que operan en el país.

En otro orden, pero no menos importante, las cuentas públicas registran un déficit fiscal de una escala que llama la atención del capital financiero que exige que el Gobierno ajuste aún más que lo que lo ha hecho. Es que el pago de la deuda externa depende de que se achique el presupuesto con fines sociales.

Estos desequilibrios se pueden sostener en la medida que siga la escalada de la deuda externa y el ingreso de capitales especulativos que traen dólares frescos a estas pampas. Pero esta solución es contingente y termina agravando los problemas, agregando nuevos desequilibrios a los preexistentes. Un círculo vicioso.

Tensiones entre ganadores

El gran capital nacional e internacional es el gran ganador de la política de Cambiemos con la devaluación, quita de retenciones al agro (baja en el caso de la soja), “bicicleta financiera”, escalada de la deuda, tarifazos en los servicios públicos y la reducción del poder de compra del salario.

El dólar estable alrededor de $ 15 era una suerte de seguro de cambio que reforzaba el negocio de los especuladores que ingresan dólares al país para aprovechar la famosa “bicicleta financiera”. Ese negocio no se terminó del todo, pero es más riesgoso y menos redituable con la suba del dólar.

La estabilización de la cotización del dolar en un escalón más arriba, alrededor de los $ 18, reactivaría ese negocio, pero el período electoral donde el Gobierno no tiene garantizado el resultado transforma la apuesta en temeraria.

No obstante, el Banco Central mantuvo este martes las altas las tasas de interés para seguir dando incentivos a la especulación. Y, en simultáneo, limitar el efecto sobre precios de la suba del dólar. El costo: poner más límites a la pírrica reactivación económica que existe al momento.

Muchos especuladores comenzaron a rearmar sus carteras de inversión pasándose a activos nominados en dólares siguiendo un instinto precautorio básico en época electoral.

El Ministerio de Finanzas ya se garantizó buena parte de los recursos que necesita este año para cubrir el déficit fiscal y el pago de la deuda en dólares. La estabilidad cambiaria también es condición para garantizar los pagos de la deuda externa que se hacen más dificultosos a medida que aumenta el dólar. Allí reside uno de los motivos fuertes para que el dólar no escale descontroladamente.

Antes de la reciente suba del dólar, se consideraba (y todavía se sigue considerando) que el atraso cambiario afectaba la rentabilidad de los agroexportadores e industriales y contenía la reactivación económica. Todavía hay muchos que no se conforman con el actual tipo de cambio.

Los agroexportadores venían reteniendo ventas especulando una suba del dólar. La semana pasada, hasta el propio ministro de Agroindustria expresó la necesidad de un tipo de cambio más alto para el “campo” en la inauguración de la Sociedad Rural.

La convalidación del movimiento ascendente del dólar por el Banco Central muestra un intento de equilibrio entre estos distintos sectores del gran capital. Pero es altamente peligroso en un contexto electoral y con fuertes desequilibrios económicos sin resolver. A veces la dinámica de los acontecimientos se puede escapar de las manos hasta de los propios beneficiarios.

El impacto en la vida cotidiana

¿Cómo no recordar el mes de noviembre de 2015? Cambiemos recién había ganado la elección presidencial y se aprestaba a asumir. Alfonso Prat Gay, el hombre nominado a “normalizar” la economía, afirmaba que una devaluación no impactaría en los precios.

La historia posterior es conocida. Se levantó el “cepo”. En diciembre el dólar se disparó alrededor del 50 %. La suba de precios se aceleró en los primeros meses de 2016. La inflación trepó por encima del 40 % durante todo el año pasado.

Al final de todo ese juego el salario de la clase obrera registrada perdió en promedio un 6 % de poder de compra. Ese promedio oculta sectores que perdieron más, como los estatales (-15%). Peor aún: el salario real de los que no están registrados (en “negro”) cayó mucho más.

En todas las devaluaciones hay claros perdedores: los trabajadores que viven de su salario. Así ocurrió en 2002 cuando con Eduardo Duhalde el dólar subió 200 % o, en menor medida, a principios de 2014, momento en que Axel Kicillof dejó correr el dólar 33 % aproximadamente.

Hoy todavía estamos lejos de una escalada del dólar equivalente a la ocurrida durante esos acontecimientos. No obstante, el impacto en los precios, según los analistas, ya se reflejaría en la inflación de julio.

Se sabe que cuando el dólar sube se encarecen las importaciones y para los exportadores es más redituable colocar las mercaderías en el exterior si el mercado interno no le convalida precios más altos.

No es para nada inocente que el Gobierno haya convalidado un reacomodamiento del dólar hacia arriba y su consecuente impacto en los precios cuando la mayoría de las paritarias están cerradas. Es la tradicional fórmula para bajar los "costos salariales" que tanto preocupa a empresarios reticentes a invertir.

Los especuladores rearman sus carteras a la nueva situación, los exportadores agrarios pudieron retener las ventas presionando a la suba del dólar, pero los trabajadores no tienen como resguardarse si no es saliendo a pelear en la defensa de su salario y de sus puestos de trabajo, como harán hoy trabajadoras y trabajadores de PepsiCo. (LID)

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