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MONSANTO: Un recorrido por la historia de los agroquímicos en la Argentina

Monsanto es una multinacional fabricante de catástrofes desde 1901, a través de químicos altamente peligrosos para la salud y el ambiente.

27 de marzo de 2019

El herbicida conocido como “agente naranja”, utilizado por las fuerzas armadas de EE.UU. en la guerra de Vietnam en los años 60, era una mezcla de varios químicos con una alta concentración de dioxinas que sirvió para destruir la selva tropical donde se escondían los vietnamitas. El saldo de su utilización fue una gran pérdida de ecosistema, numerosas muertes y la perpetuación de hasta 4 generaciones de personas con mal formaciones y problemas de salud. Esto convirtió a Monsanto en el principal acusado por la demanda realizada por los veteranos de la guerra de Vietnam, teniendo que pagar una indemnización millonaria.

En 1995 se probó en EE.UU. la soja transgénica resistente al Round Up, con su principio activo glifosato. Este herbicida, aplicado en la tierra, inhibe en los “yuyos” la producción de enzimas (EPSP) que estimulan el crecimiento, eliminándolos por completo. La soja “Round Up Ready” produce una enzima que no se ve afectada por el agrotóxico.

En junio de 2018, la gran industria farmacéutica Bayer compró a la empresa Monsanto por una suma millonaria. Sus CEOs tienen un negocio redondo: la enfermedad y también la cura.

Si se trata de Monsanto, la grieta no existe

El 2-4 D, químico del “agente naranja”, se utiliza en la agricultura argentina. Y si bien está prohibido, no existe control real. Como consecuencia, sigue apareciendo en muestras científicas de agua, suelo y aire.

Este paquete tecnológico se introdujo en Argentina en el año 1996, un 25 de marzo, de la mano del gobierno de Carlos Menem. Se realizó como un trámite fugaz: en menos de 85 días ya contaba con su aprobación, respaldada por estudios de impacto ambiental y de salud presentados por la misma empresa. El Secretario de Agricultura, hoy candidato a presidente, Felipe Solá fue quien firmó el expediente.

Desde hace 23 años ya nada volvió a ser lo mismo para la ex agricultura, hoy agroindustria argentina. La siembra de soja transgénica creció de forma tal que corrió otros cultivos como el maíz y el trigo y provocó grandes desmontes, ya que fueron apareciendo nuevos agroquímicos como pesticidas, fungicidas y fertilizantes que permiten que cualquier tierra sea cultivable.

En el 2009, el científico fallecido, Andrés Carrasco, ex presidente del CONICET y ex jefe del laboratorio de embriología de la UBA, ganó muchos enemigos. Empresas dedicadas al agro y abogados de CASAFE (Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes) comenzaron a amedrentarlo por presentar sus estudios que comprobaban que el modelo sojero es devastador para el desarrollo embrionario.

En mayo de 2009, el Ministro de Ciencia del kirchnerismo, Lino Baraño, quien mantiene su puesto en la actualidad bajo el macrismo, desacreditó a Carrasco, y solicitó a Otilia Vainstok, coordinadora del Comité Nacional de Ética en la Ciencia y Tecnología (CECTE) que evalúen la ética del científico por la investigación que ponía en jaque al modelo químico.

En el 2012 la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner se reunió en Nueva York con directivos de Monsanto, a la espera de recibir millones de pesos para desarrollar una planta de producción de maíz en la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas. Gracias a la resistencia de los ciudadanos cordobeses esto no llegó a concretarse.

Cristina Fernández de Kirchner con CEOs de Monsanto

La producción de soja crece en Argentina, y también la utilización de agrotóxicos. Desde 1995 hasta hoy, todos los gobiernos apoyan este modelo sin importar la cantidad de estudios científicos publicados acerca de lo nocivo que son éstos para la salud. En Santa Fe, por ejemplo, el cáncer supera el doble de la media nacional, según datos propiciados por los campamentos sanitarios de la Universidad Nacional de Rosario.

En el año 2015 la Organización Mundial de la Salud declaró al glifosato como cancerígeno.

Actualmente, el gobierno de Macri, de la mano de su Ministro de Medio Ambiente Sergio Bergman, le permitirá a Monsanto fumigar a 100 metros de las puertas de nuestras casas, profundizando mucho más las consecuencias de este modelo agrario, que viene de la mano de mayores enfermedades y destrucción de nuestros suelos.

Tal es la influencia de la multinacional, que el actual Ministro de Asuntos Agrarios de María Eugenia Vidal, Leonardo Sarqui, es un ex gerente de Monsanto. Éste impulsó una resolución que permitía fumigar sobre las escuelas rurales, pero gracias a la lucha de los habitantes de las comunas, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires se vio obligada a retroceder.

En el 2018, el SENASA (Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria) se vio obligado, mediante un pedido de la ONG “Naturaleza de derechos”, a realizar y publicar los resultados de control de agroquímicos en los alimentos que consumimos. Los resultados fueron escalofriantes. Se encontraron hasta 18 químicos en productos como la acelga y se detectó la utilización de agrotóxicos prohibidos, como DDT, ENDUSOLFAN, etc.

Una ley destructiva, ya con media sanción

Tanto el gobierno de Macri como el de CFK han querido modificar la llamada Ley de Semillas, que le da más poder a las multinacionales para el control de la comercialización de las mismas, prohibiendo el uso libre y gratuito de las mismas y llenando los bolsillos de las empresas de este rubro.

En noviembre de 2018, esta ley obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados, con la aprobación de todos los bloques que enriquecieron y enriquecen a las patronales agrarias.

Desde el PTS en el Frente de Izquierda planteamos la prohibición de fumigaciones aéreas y terrestres con agrotóxicos, la expropiación de la gran propiedad terrateniente y de las empresas agropecuarias, de manera que podamos reconvertir la agricultura hacia esquemas que no resulten dañinos a las poblaciones rurales y al medio ambiente. Porque no queremos seguir llenando los bolsillos a los empresarios a costa de la salud del pueblo, porque no queremos que continúen explotando nuestras tierras. Porque con las cosechas récord, también lo es el cáncer. No nos resignemos a consumir agua con agroquímicos ni a consumir alimentos fumigados. No dejemos que nos quiten nuestros bosques. No dejemos que sus ganancias valgan más que nuestras vidas.

Por Lourdes Pacheco

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