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José Ignacio Rucci y María Julia Alsogaray: el peronismo de los culatas y los “Chicago boys”

El 25 de septiembre de 1973 caía acribillado por un supuesto comando montonero el Secretario General de la CGT y hombre de confianza de Juan Domingo Perón, José Ignacio Rucci. El cadáver baleado del metalúrgico en la calle Avellaneda del barrio de Flores, alentó a Perón a dar rienda suelta a las bandas fascistas de la Triple A y de los matones sindicales para que cobren su revancha contra el activismo obrero y juvenil, la militancia de la izquierda y el peronismo combativo. Rucci, uno de los responsables de la “Masacre de Ezeiza”, se convertirá en símbolo de una burocracia sindical dispuesta a contener a los tiros el ascenso revolucionario que se había abierto en Argentina en mayo de 1969.

27 de septiembre de 2017| Facundo Aguirre |

Rucci, a diferencia de Augusto Vandor (acribillado el 30 de junio de 1969), era un hombre servil a las ordenes Perón. Fue un instrumento central para imponer el Pacto Social que fuera una de las llaves maestras con las que el peronismo en el poder pensaba lidiar con el proceso revolucionario. “Yo sé que con esto estoy firmando mi sentencia de muerte, pero, como la Patria está por encima de los intereses personales, lo firmo igual” declaraba el líder cegetista premonitoriamente. La otra llave maestra de la cual Rucci también era una herramienta fundamental, eran las bandas fascistas integradas, entre otros, por los “culatas” de la burocracia sindical.

Esa burocracia que erigió en Rucci su mártir, acompañó hasta el final al gobierno de Isabel Perón aun cuando ésta quedara colgada de un hilo luego de que fracasara la aplicación de un antecedente no menor de la política neoliberal de los 90: el Plan Rodrigo. En aquel entonces, junio y julio de 1975, la burocracia intentó evitar hasta el último momento el enfrentamiento con Isabel y López Rega y solo lo hizo para no perder el control del movimiento obrero cuando ya se era imposible seguir acompañando el intento de aplicar un ajuste sobre el pueblo pobre y trabajador. Sin embargo fue la primera fuerza en ir a socorrer y sostener hasta el 24 de marzo de 1976 a la viuda del general. El precio fue la derrota de la clase obrera y una dictadura genocida que avanzara en el sentido del fracasado Plan Rodrigo e incorporara a los grupos de tareas, comandados por las fuerzas represivas del Estado, a los matones de las bandas fascistas.

Por su parte, María Julia Alsogaray simbolizaba el desembarco dentro del peronismo de los más rancios militantes de la derecha liberal argentina en la década del 90. Fue comandado por Carlos Menem pero apoyado por el conjunto de los dirigentes y gobernadores peronistas de entonces entre los que figuraban obedientes Néstor Kirchner y Cristina Kirchner. El PJ se convirtió en la vanguardia militante del Consenso de Washington, la entrega del patrimonio nacional, la privatización de las empresas públicas, la destrucción de las conquistas de la clase trabajadora y la sumisión del país al imperialismo. Los “Chicago boys” argentinos (como solía llamarse a los economistas que sentaron las bases del neoliberalismo en la Universidad de Chicago en la década del 70) volvieron de la mano del gobierno menemista.

Precisamente Maria Julia Alsogaray fue una de las principales responsables del proceso de privatizaciones, del cual saco enorme provecho personal, llevando adelante la entrega de SOMISA y la privatización de ENTEL, luego de la gigantesca lucha de la clase trabajadora contra el proceso privatizador. Esta lucha fuera entregada y abandonada a su suerte por la misma burocracia sindical de los culatas setentistas de ultraderecha.

Quien supiera posar semidesnuda entre pieles en una muestra de la frivolidad de la casta política de la burguesía argentina, era hija del capitán-ingeniero Álvaro Alsogaray, mentor del más reaccionario liberalismo criollo. Su padre supo ser funcionario de la Revolución Libertadora, ministro de Economía y de Trabajo de Arturo Frondizi y Tomás Guido, y embajador en los Estados Unidos del dictador Juan Carlos Onganía. Como ministro de Frondizi, Alsogaray fue señalado como uno de los principales enemigos de la resistencia peronista y de la clase obrera. Alsogaray apoyó fervientemente el genocidio que hizo desaparecer a su sobrino militante montonero, régimen al que apoyo aún después de su caída afirmando que “no hubo torturas en la ESMA” y que “Astiz no es un asesino, es casi un héroe”.

El salto de María Julia a la escena política fue como parte de la Unión de Centro Democrático (UCeDe) liderada por su padre, desde donde accedió a una banca en el Congreso Nacional en el año 1985. La UCeDe se caracterizaba por una prédica abierta a favor de las privatizaciones de las empresas públicas, el libre mercado y la destrucción de las conquistas laborales siendo, en ese sentido, un precedente histórico de Cambiemos. Sergio Massa, que llegó a ser dirigente nacional de la Juventud Liberal, y Amado Bodou, fueron parte de los cuadros que también desembarcaron en el peronismo una vez que este se lanzó a llevar a la práctica los postulados históricos de la derecha liberal argentina.

El símbolo del peronismo de la Triple A, el del sindicalismo verticalista que atacó a la vanguardia obrera, y el símbolo del matrimonio entre la derecha liberal y el peronismo en el menemismo, demuestran como el peronismo se convirtió en un partido abiertamente reaccionario cuando lo necesitó la burguesía argentina para derrotar a la clase trabajadora y reforzar el carácter semicolonial del país. La burocracia sindical que se oponía al “trapo rojo” en los 70 desde la impostura nacionalista, terminó conviviendo con los Alsogaray y sus “Chicago boys” en el lodo de la corrupción más descarada y el saqueo nacional.

El peronismo en definitiva es un "movimiento" burgués, con distintas alas que, a pesar de sus diferencias, muestra su disposición para la defensa de su clase. Por eso los trabajadores necesitamos romper con todas sus vertientes planteando una alternativa política independiente de la clase obrera.

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