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El lobo de Wall Street, el “modelo” macrista y la ficción electoral

Jordan Belfort es el lobo de Wall Street. Interpretado por Leonardo Di Caprio, Belfort mantiene una vida desenfrenada: coches de lujo, cocaína, fiestas, sexo pago.

15 de junio de 2017| Pablo Anino |

Mientras, su riqueza se eleva sin límites al calor de la especulación financiera: "dinero que produce dinero" sin pasar por el fangoso trámite de explotar fuerza de trabajo ajena.

Lejos de las pantallas de cine, el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, ha abierto una ventana para que se tiren de cabeza los Belfort de todo el mundo a aprovechar el festín del “modelo” económico macrista.

Ganancia fácil

La política monetaria estricta cuyo fin declamado es contener la inflación comprende, en realidad, un intento de cerrar el grifo al "gasto" público y poner un cepo al poder de compra del salario.

Dicho llanamente: ajustar al pueblo trabajador. A su vez, golpea encareciendo el crédito a la producción y el consumo.

La actitud estricta sobre el “gasto” público y el salario obrero tiene su contraparte dispendiosa hacia los especuladores: las elevadas tasas de interés que paga el Central por las Lebac alimentan una “bicicleta financiera” a la medida de los lobos de Wall Street.

También se vincula con el endeudamiento externo: entran muchos dólares de deuda que el Banco Central compra a la vez que entrega pesos al Tesoro. Esos billetes argentinos los absorbe nuevamente con Lebac.

Esa política engendró una bola de nieve de Lebac y pases del Banco Central que podría superar largamente el billón de pesos hacia fin de año: digamos, para tener alguna idea de proporciones, que es el equivalente a más de seis presupuestos anuales de educación.

El negocio de Lebac reportó en 2016 más de 30 % de ganancias en dólares a los especuladores ¡Un “milagro”!. Sostener pesos argentinos fuera de circulación (ese es el rol de las Lebac) para comprimir la oferta monetaria es cada vez más costoso para el Central.

Según el diario El Cronista, desde mayo de 2016 hasta abril de este año, ingresaron U$S 22 mil millones en inversiones especulativas.

Además de las Lebac, la bolsa porteña, aun con los vaivenes de las últimas semanas, se mueve en niveles históricos. Las empresas de amigos del oficialismo (energéticas, Pampa, Mirgor, entre otras) cotizan alto. No será Wall Street, pero el Merval también tiene su atractivo.

El 20 de junio Morgan Stanley informará si reincorpora o no a la Argentina en su índice de “mercados emergentes”. Hay enormes expectativas sobre una resolución positiva. De concretarse, más fondos internacionales estarían habilitados para “invertir” en el país.

Las comillas tienen sentido porque son capitales que aprovechan el arbitraje de tasas de interés, la valorización bursátil, las tasas que paga la deuda pública, pero no se “hunden” en nuevas empresas, maquinaria ni en ampliar la actividad productiva.

Fantasmas

El sacudón cambiario por la crisis de Brasil, que corrigió hacia arriba la cotización del dólar durante mayo, afectó negativamente las ganancias especulativas y mostró la posibilidad de que a la “bicicleta financiera” se le pinchen las ruedas. Todo volvió a la “normalidad”, pero fue un alerta.

El Banco Central necesita mostrar incentivos crecientes para que los dólares que ingresaron para aprovechar la “bicicleta” y comprar acciones no se retiren dejando tierra arrasada.

Mucho más cuando los tiempos electorales podrían acelerar alguna reestructuración de las carteras especulativas.

Es por eso que esta semana, a pesar de que la inflación de mayo exhibió cierta desaceleración y lo mismo se espera para junio, Sturzenegger no bajó la tasa de interés de referencia, como supondría la aplicación de su propia lógica.

Es que lograr que la bola de nieve de Lebac no se derrita se transformó en un objetivo de primer orden, relativamente autónomo de las metas de inflación. La tasa de interés es una pieza clave para que el dólar no se descontrole.

Como en el enigma del huevo y la gallina: la estabilidad cambiaria es necesaria para que no se retiren capitales, tanto como la permanencia de estos es condición para que el dólar se mantenga bajo control.

A medida que Sturzenegger va resolviendo el enigma, la bola de nieve crece sin detenerse.

Que no exista inestabilidad en la cotización del dólar no es sólo valorado por el Gobierno para evitar agrandar los desequilibrios económicos existentes.

Es también condición para que el ciclo especulativo se cierre exitosamente: como se mencionó, con la escalada de la crisis brasileña la suba del dólar castigó ese rentable negocio. La mera amenaza de una suba del dólar podría provocar un efecto “puerta doce” de salida de capitales.

Como lo recordó estos días Eduardo Costantini, aun reconociendo que no sucederá, una devaluación está en el deseo de muchos empresarios nacionales y extranjeros, cuya única idea de competitividad está ligada a destruir más el salario vía la suba del dólar. Los barones de los agronegocios están reteniendo las liquidaciones con tal fin.

No son las Lebac, que constituyen un pasivo del Banco Central, la única deuda que pende como amenaza al esquema económico. Argentina es el país de los denominados “emergentes” que más colocaciones de deuda externa realizó en los últimos tiempos.

La descontrolada emisión de deuda externa que realizan los Ministerios de Hacienda y el de Finanzas para manejar los ritmos del ajuste “gradual” (a los ojos de establishment que exige más ataques al pueblo trabajador) es otra columna vertebral del “modelo” macrista.

La estabilidad cambiaria es una suerte de garantía para la banca internacional que de la mano de J.P. Morgan y compañía facilita las colocaciones de deuda del Gobierno: una suba abrupta del dólar haría más dificultosa (si no es que conduce directamente a una crisis de deuda) la obligación de atender el pago de capital e intereses del endeudamiento.

Exorcizar los fantasmas de un potencial corte de la línea de crédito internacional requiere del atento esfuerzo del presidente del Banco Central. Y el hombre se esmera.

Tregua electoral

Cambiemos intentará disimular su plan anti obrero dando una tregua al ajuste hasta octubre.

La utilización de la maquinaria de la obra pública a toda velocidad busca aceitar afinidades electorales.

La mayoría de las paritarias impactarán recuperando parcialmente el consumo en los próximos meses. Claro que la pérdida de poder adquisitivo del salario previa, y la que aún está teniendo lugar, son ganancias cristalizadas en los bolsillos de los empresarios: lo perdido, perdido está.

Al menos para los estándares del presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, quien se escandaliza por el consumo popular, se abre un período de una relativa ficción para el bolsillo del trabajador y la actividad económica.

Pero hay más. La temporada electoral comienza con fuertes “promociones”. Coincidente con el cierre de frentes electorales ante la Justicia, el Banco Provincia lanzó un descuento del 50 % en supermercados con un tope de hasta $ 1.500. Un subsidio al consumo.

Además, el Banco Provincia lanzó créditos para motos, automóviles y artículos para el hogar. María Eugenia Vidal buscará así votos con la misma medicina "populista" que pone al borde de un ataque de nervios al núcleo duro del macrismo.

La consultora Econviews indicó que los préstamos personales aumentan más que el consumo a través de tarjetas de crédito, que llevan cuatro meses de deterioro. Estos datos podrían indicar dos cosas: cierto estrés en los resúmenes de las tarjetas y un proceso de refinanciación con préstamos personales.

Como se sabe, el apoyo del establishment económico y financiero al Gobierno es condicional: el gobierno promete una progresiva “normalización” económica y futuros ajustes.

Está en su agenda profundizar el ataque a los convenios colectivos de trabajo, terminar con las “mafias” de los juicios laborales, mejorar la competitividad destruyendo el salario hasta niveles asiáticos y seguir con el ajuste del gasto público.

El Fondo Monetario Internacional paseo esta semana por despachos oficiales buscando pruebas de fidelidad de los ministros Nicolás Dujovne y Luis Caputo. El organismo internacional es el gendarme de los acreedores internacionales.

En las pantallas de cine el lobo de Wall Street, asediado por el FBI, finalmente cambia de rumbo: se termina dedicando a conferencias motivacionales.

Pero la historia del capitalismo demuestra que los costos del derrumbe de los negocios financieros de los Belfort, que en nuestro país son los más prolíficos, en la vida real los paga el pueblo trabajador.

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