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El gran flexibilizador: los planes de Macri para una Argentina del siglo XXI

Se cumplió un año del triunfo del macrismo en el balotaje. En estos doce meses, el gobierno y los grandes empresarios festejaron la enorme transferencia de ingresos que conquistaron metiendo la mano en el bolsillo de los trabajadores. A pesar de las quejas que suelen transmitir algunos hombres de negocios al gobierno por la recesión, la realidad es que en este tiempo los grandes capitalistas alzaron las copas para celebrar la devaluación, el pago a los fondos buitre y el nuevo ciclo de endeudamiento, la baja y anulación de retenciones al campo, la industria y las mineras, la depreciación del salario, más de 200.000 despidos, los tarifazos y mucho más.

23 de noviembre de 2016| Fernando Scolnik |

Mientras tanto, se rieron también de sus mentiras para ganar la elección, como el avance hacia la pobreza cero, la anulación del impuesto al salario o el “respeto a las instituciones”.

Sin embargo, para Cambiemos esto es tan solo el comienzo y buscan avanzar en lo que a veces llaman “reformas de segunda generación”.

Ayer, el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, ratificó que el gobierno prepara un nuevo ataque contra el movimiento obrero, “actualizando” los convenios colectivos de trabajo. Sostuvo que “hay convenios firmados 40 años atrás. Reflejan otros procesos, no los actuales. Hay actividades, categorías, que son vetustas y no tienen ningún sentido, que no son reflejo de la realidad".

Los “40 años” a los que se refirió el ministro no son una fecha escogida al azar: el funcionario se refería al programa macrista de implementar una nueva ola neoliberal que continúe los ataques de la dictadura y el menemismo contra las conquistas que el movimiento obrero había conseguido con décadas de lucha de los trabajadores y gestas como el Cordobazo o la huelga general con movilizaciones de masas de junio y julio de 1975, mientras que el kirchnerismo, a pesar de su discurso, mantuvo las condiciones de flexibilización laboral de los ´90 y sobre ellas se apoyó en parte el crecimiento a tasas chinas de los primeros años del siglo.

Ayer mismo, en el cierre de la 22º Conferencia Industrial Argentina, el presidente Macri afirmó que "no podemos salir al mundo, ni aceptar los desafíos del siglo XXI, con convenios laborales del siglo XX. Tenemos sentarnos a la mesa para discutir todos los convenios de vuelta. Debemos corregir todas las deformaciones existentes".

El presidente también le apuntó a la ley de Asociación de Riesgo de Trabajo (ART), contra los trabajadores, ya que mayor productividad traería aparejada mayores “accidentes”. Macri señaló que "hay que empezar a corregir deformaciones y aberraciones que hemos tenido con el tema de accidentes de trabajo". Los “rotos” saben de qué se trata.

De fondo, sucede que sin lluvia de inversiones a la vista, el gobierno nacional busca avanzar sobre las condiciones laborales para ofrecerle mejores condiciones al capital extranjero. Pero las perspectivas del macrismo en este terreno no parecen buenas en momentos en los que la “inserción de Argentina en el mundo” se le complicó aún más por el triunfo de Donald Trump, y en los que muchos empresarios esperarán los resultados electorales de 2017 para ver cuál es la fortaleza del macrismo para llevar adelante su programa.

La Mesa del Diálogo contra los trabajadores

A la par de objetivos estratégicos, el macrismo también tiene preocupaciones inmediatas.

Las declaraciones de ayer llegan en las vísperas de la segunda reunión de la Mesa del Diálogo por la Producción y el Trabajo, donde se reúnen el Gobierno, dirigentes de la CGT, cámaras empresarias y representantes de la Iglesia para garantizar que el ajuste económico transcurra en orden.

El presidente de la Copal (industria alimenticia), Daniel Funes de Rioja, anticipó que “no vamos a poder construir un mundo de desarrollo si no es trabajando con los sindicatos. A nosotros nos preocupa la productividad, a ellos, el empleo, pero no hay empleo si no hay productividad", afirmó.

Ese discurso, que es el mismo del macrismo, encierra un chantaje: para que se generen más empleos, los trabajadores deberían aceptar más flexibilización laboral a costa de sus condiciones laborales, su salud y sus vidas.

Uno de los secretarios generales de la CGT, Héctor Daer, acusó al gobierno nacional de hacer "gala de las peores políticas flexibilizadoras que se pueden llevar adelante", y alertó que "si el Gobierno intenta esto va a haber un enfrentamiento muy grande con la sociedad, no solo con los trabajadores. Vamos a tener un marco de conflictividad importante”.

Sin embargo, el macrismo sabe que detrás de la pirotecnia verbal de los dirigentes de la CGT hay razones de peso que garantizan que la burocracia sindical no pasará de las palabras a los hechos: ayer el Boletín Oficial informó la transferencia a los sindicatos de $ 1784 millones para las obras sociales. Para estos dirigentes que se hacen millonarios en los sindicatos son motivos suficientes para seguir en la tregua.

Adicionalmente, antes de la reunión el macrismo le dejó otra puerta abierta a las cúpulas sindicales: presentó un proyecto para subir el 15 % el mínimo no imponible del impuesto al salario desde 2017, anunció que el medio aguinaldo de fin de año será eximido de pagar este tributo y un plan para compras en 18 cuotas.

Estos anuncios, a la vez que confirman que el robo al bolsillo de los trabajadores continuará y le dan a la CGT algo para mostrar sin afectar lo esencial del ajuste, juegan el rol de responder a la agenda social que dirigentes como Sergio Massa usan de forma demagógica por interés político, y a la marcha por la Emergencia Social del pasado viernes. Con estos anuncios, que sólo alcanzan a un pequeño sector de la clase trabajadora, buscan quitarle filo a las críticas de la oposición.

Desde la multitudinaria tribuna levantada en Atlanta el pasado sábado, el Frente de Izquierda planteó otra salida a la crisis, denunciando la tregua sindical y exigiendo paro nacional, en el marco de la pelea por recuperar los sindicatos para los trabajadores, y planteando un programa para que la crisis la paguen los capitalistas.
Fotografía: DyN

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