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El acto fallido

Ninguna de las medidas que tomó de apuro el gobierno en su retroceso desordenado ante la crisis generada por el infame fallo del “2x1”, logró evitar que la movilización de este miércoles sea verdaderamente multitudinaria.

11 de mayo de 2017| Fernando Rosso |

Ni las tentativas de los más destacados miembros del oficialismo que buscaban separarse torpemente de la decisión de la Corte Suprema, ni la aprobación en tiempo express de una ley en el Congreso que limita las consecuencias de la resolución, ni tampoco las declaraciones de último momento del mismo presidente Mauricio Macri desde Mendoza, alcanzaron para descomprimir la situación. Las marchas en Buenos Aires y en la mayoría de los centros urbanos del país tuvieron un carácter masivo y contundente.

Más allá de los entretelones que llevaron a que la Corte dictamine el insólito fallo, cuyos rebuscados fundamentos benefician pura y exclusivamente a los genocidas y del rol efectivo de funcionarios del gobierno en esa decisión, la realidad es que el macrismo viene construyendo el marco propicio para que una medida de este tipo pueda tener lugar. Lo último que se puede pensar que es el fallo supremo fue un “cisne negro” de la era Cambiemos.

A mediados del año 2016, en una entrevista para el sitio Buzzfeed, la periodista Karla Zabludovsky le preguntó a Macri sobre el número de desaparecidos: “No tengo idea” respondió despectivamente y en el mismo reportaje calificó la dictadura como “guerra sucia”.

El exministro de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Darío Lopérfido, negó la existencia de 30 mil desaparecidos, recibió un repudio generalizado de la comunidad artística (y más allá) y luego fue “premiado” con un cargo como agregado cultural nada menos que en Alemania.

Juan José Gómez Centurión, el director de la Aduana, negó impunemente y con toda personalidad en un magazine de la televisión que haya habido un plan sistemático destinado a la desaparición y asesinato masivo de personas y también cuestionó la cifra de los 30 mil.

El ministro de Justicia, Germán Garavano, recibió el año pasado a Cecilia Pando, una provocadora profesional y rabiosa militante de la causa de los genocidas.

El Gobierno intentó cambiar el feriado del 24 de Marzo, una medida de la que tuvo que retroceder y el mismo día del aniversario del Golpe, diputados oficialistas se sacaron una foto con un cartel que decía “nunca más a los negocios con los derechos humanos”.

La mínima mayoría de tres que conformó la Corte para aprobar el fallo está integrada por dos jueces (Rosatti y Rosenkrantz) que fueron nombrados por un ilegal decreto del Poder Ejecutivo al comienzo de la gestión de Cambiemos y luego oficializados por el Senado con votos de mayoría peronista, y una tercera (Highton de Nolasco) que tuvo el aval del Gobierno para su continuidad pese a que llegó a la edad para jubilarse.

Los permanentes “brotes” negacionistas comenzaban a constituir un proyecto de nuevo relato de Estado con un objetivo preciso: sembrar el terreno para un nuevo ensayo de reconciliación, reconstruir al maltrecho “partido militar” y salvar a los responsables civiles y empresarios responsables de la dictadura. El Gobierno y los dueños del país tienen una clara conciencia de clase y saben que son capaces de apelar a los mismos métodos si las circunstancias lo requieren y si el ajuste estructural que tienen en agenda genera la resistencia popular. Para ese objetivo el primer paso es construir un nuevo consenso negacionista.

La bendición papal

La Iglesia, bajo las estrictas instrucciones del Papa Francisco, adornó con “mística” este giro reconciliador. El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, José María Arancedo, abrió 113° Asamblea Plenaria de obispos con el anuncio de un debate “sobre los acontecimientos ocurridos durante la última dictadura militar”, una forma eufemística para el calificar al genocidio y proclamó que su objetivo era “fortalecer lazos de amistad social" y lograr una “reconciliación”.

A Bergoglio, desde que se convirtió en Francisco, le rinde pleitesía todo el arco de los partidos tradicionales: desde el kirchnerismo “duro” hasta el macrismo “puro”, pasando por todas las tonalidades de los peronismos, la burocracia sindical y los movimientos sociales que mantienen la tregua con Macri (CGT, CTEP, Evita). Especialmente, la fracción que alienta a Florencio Randazzo como la esperanza blanca de la renovación peronista. Si Sergio Massa no forma parte de esta amplia coalición papista no es porque no quiera, sino porque no lo dejan: viejas rencillas palaciegas complican el “perdón” de Bergoglio para con el líder del Frente Renovador. Como buen delegado de Dios en la tierra, lógicamente, no tiene “odios ni rencores”, pero sí una muy buena memoria, especialmente en torno a las maniobras impulsadas por Massa que intentaron bloquear su carrera hacia Roma.

La crisis y el rescate

Pero percibiendo tanto viento a favor, la Corte se entusiasmó demasiado con el nuevo “clima de época”, se pasó de rosca y las calles le marcaron un límite. La crisis tomó tal magnitud que todo el régimen político, empezando por los bloques parlamentarios del Frente para la Victoria y el peronismo de conjunto, el Frente Renovador y demás partidos tradicionales organizaron un inédito y acelerado “operativo salvataje” para ir en auxilio de Macri.

Se montaron sobre profundo rechazo popular a la casta privilegiada y antidemocrática de los cortesanos. Pusieron en pie una función teatral en las cámaras de Diputados y Senadores donde se lavaron la cara desde los legisladores que responden al Gobierno negacionista, los radicales que desempolvaron su relato “democrático” hasta los peronistas y papales que votaron los pliegos de los jueces que conformaron la mayoría del fallo infame, además de venir co-gobernando con Macri.

La crisis inmediata fue contenida por la acción mancomunada de todo el régimen, pero a la vez se reavivó el rechazo y el odio popular al “partido militar” y al conjunto de la antidemocrática Corte Suprema, incluido Ricardo Lorenzetti que votó demagógicamente en contra del fallo, pero cuyo rol fue central para que el tema sea tratado por los supremos en este momento.

Macri sufre también una derrota al no poder satisfacer las aspiraciones de parte de su núcleo duro, la “familia militar” -que un conocedor del paño como Rosendo Fraga contabilizó en un millón de votos- y la política de reconciliación recibe un duro revés.

Cuando el macrismo creía tapar el persistente estancamiento económico con una contraofensiva política de “polarización” se choca de frente con esta crisis y una nueva adversidad en las calles.

La respuesta masiva es un punto de apoyo para el enfrentamiento de los trabajadores y los sectores populares con el Gobierno, a condición de que no sea utilizado por quienes “salvaron” al Gobierno de una crisis mayor y que, más temprano que tarde, intentarán una nueva reconciliación pero por otros medios.

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Diario de la criminalización de la protesta social en Salta - Marco Diaz Muñoz

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