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De Lacabanne a Cavallo: De la Sota, hombre de la Córdoba neoliberal y conservadora

Se ha definido muchas veces a Córdoba como ciudad de contrastes político-ideológicos. Como expresión de fuerzas sociales en disputa en una provincia de compleja estructura de clases, a lo largo de su historia se afianzaron tradiciones locales personificadas en figuras fundamentales de la política provincial.

Los tres mandatos de De la Sota en la gobernación y su rol de eje dirigente de la alianza Unión por Córdoba, que gobierna desde hace 19 años, bastarían para definirlo como una figura de enorme gravitación. Pero De la Sota pulió las armas que lo convirtieron en un dirigente experimentado para gestionar la contenciosa “Córdoba rebelde” desde mucho antes, en la convulsiva década del 70, que lo encontró siendo un actor militante de las filas de la Córdoba conservadora.

20 de septiembre de 2018| Paula Schaller |

Aprendiz de brujo
Corría el año 2012. Se llevaba a cabo el cuarto juicio por crímenes de lesa humanidad en Córdoba que enjuiciaba a ex policías por el asesinato de tres miembros de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en 1976. La testigo Patricia Trigueros declaró que De la Sota había sido comando civil de la derecha peronista durante el golpe policial conocido como Navarrazo. El abogado de DDHH Claudio Orosz, querellante en el juicio, también vinculó a De la Sota con el Navarrazo y rememoró “la primer manifestación a la que fui en mi vida, el 11 de septiembre de 1973, fue para repudiar el golpe de estado en Chile. Y José Manuel De la Sota estaba en la puerta de la Facultad de Ciencias Exactas, con cadenas y representando a la Juventud Peronista de López Rega. Y con las cadenas trataban de que la movilización no se realizara”.

La difícil comprobación de esas acusaciones no oscurece lo irrefutable: el ascenso político de De la Sota tras un breve periodo como secretario del Consejo Deliberante de Córdoba se produjo luego del Navarrazo, cuando fue nombrado en 1975 por el intendente José Domingo Coronel como Secretario de Gobierno de la Municipalidad. Por entonces, Córdoba estaba intervenida por el brigadier Lacabanne, enviado por Isabelita para terminar con el “foco de infección” en que, según el propio Perón, se había convertido la provincia, en alusión a la amplia vanguardia obrera y juvenil que había destacado el Cordobazo. Mientras Lacabanne atacaba duramente a sindicatos como SMATA, Luz y Fuerza y UTA, se multiplicaban los operativos del ultraderechista Comando Libertadores de América y se creaban los primeros centros clandestinos de detención como el D2, De la Sota oficiaba como Secretario de Gobierno de la Municipalidad, cargo nada despreciable para un entonces joven de 26 años.

Su posterior encarcelamiento bajo la última dictadura en 1976 no transmutó su pedigree ideológico, como demostró el posterior armado neoliberal que lo llevó a la gobernación en 1999.

La renovación neoliberal
Corría el año 1987. De la Sota asumía la presidencia del Consejo Provincial del Partido Justicialista como expresión local de la renovación peronista, presta a regenerar el peronismo luego de la derrota nacional con el radicalismo. El investigador del CONICET Juan Manuel Reynares, especializado en el estudio del peronismo cordobés, destaca que por entonces el PJ cordobés pasó de autodefinirse como “un bastión contra la dependencia y el imperialismo” ‒como se señala en las actas de la Convención Constituyente de 1987‒ a llevar como candidato extrapartidario en la lista de diputados nacionales al economista neoliberal de la Fundación Mediterránea Domingo Felipe Cavallo.

Desde la última dictadura las grandes empresas locales habían institucionalizado en la Fundación Mediterránea la herramienta de lobby desde donde condicionaron y aportaron cuadros neoliberales a los distintos gobiernos. El lanzamiento de Cavallo fue un anticipo del signo de identidad que, bajo conducción delasotista, adquirió el PJ local, adaptado en forma y contenido a la renovación menemista.

Esta mutación del peronismo cordobés acompañó una tendencia más general del peronismo nacional que Ricardo Gutiérrez sintetizó señalando “a comienzos de 1988, luego de que los representantes de las 62 Organizaciones Peronistas y los dirigentes políticos ‘ortodoxos’ fueran desplazados de la conducción partidaria, se presentó una situación en la cual, por primera vez en su historia, el peronismo no era controlado ni por el líder carismático ni por el sector sindical, sino por una coalición de dirigentes políticos”.

Las candidaturas extra-partidarias de empresarios y figuras de peso de la sociedad civil comenzaron a ser una constante. En 1991, desde la Coalición Unión de Fuerzas Sociales junto al Partido para el Cambio –liderado por Hugo Taboada, ex Intendente de Córdoba bajo la dictadura de Onganía- y la Democracia Cristiana, compitió por la gobernación junto a Briganti, dirigente de la Confederación de Asociaciones Rurales de la Tercera Zona (Cartez) como candidato a vice.

Para las elecciones de 1998, el punto alto de esta tendencia se expresó en el armado de la alianza Unión por Córdoba, conformada por el Partido Justicialista (PJ), la Unión Democrática de Centro (UDC), Acción para el Cambio (Apec), y partidos vecinalistas menores, nucleando “dirigentes partidarios, empresarios y técnicos de un amplio abanico de la derecha local”. En estas elecciones se impuso de la mano de Germán Kammerath, perteneciente a la UDC, versión local del liberal partido Unión de Centro Democrático de Álvaro Alsogaray.

La novedosa campaña organizada por el publicista brasileño Duda Mendonça, que tuvo como eje la reducción del 30% de los impuestos de los cordobeses, acentuó un perfil que se convirtió en sello identitario del peronismo cordobés: retórica populista y defensa del cordobesismo, el significante vacío de “defensa de lo nuestro” frente al centralismo nacional que tanto supo explotar en las distintas coyunturas.

La crisis nacional del menemismo, en retroceso por el ascenso de las luchas contra los efectos de la recesión económica y la hiperdesocupación que derivaron en el recambio aliancista, hicieron de Córdoba la gran esperanza de un peronismo que había perdido el gobierno nacional. Menem, Duhalde, Reutemann y “Palito” Ortega, fueron algunos de los que viajaron a Córdoba para festejar el triunfo de De la Sota.

Y el Gallego no los defraudó. Continuando con el ajuste menemista que a nivel nacional encabezó la Alianza de De la Rúa, impulsó el proyecto de reforma estatal. Además de pasar a retiro a 5 mil empleados públicos con el discurso de achicar la onerosidad estatal, intentó privatizar EPEC, la Lotería de la Provincia y el Banco de Córdoba. Los/as trabajadores/as del Luz y Fuerza, como bajo los gobiernos radicales, hicieron retroceder la ofensiva privatizadora con la lucha.

El 2001 lo encontró alineado con el fuerte ajuste de De la Rúa a nivel nacional y como firmante del pacto de “déficit cero” impulsado por Cavallo, que pretendía sostener con ajuste a los trabajadores y jubilados los costos del alto nivel de endeudamiento externo. Mientras tanto, estrechó su alianza con el núcleo empresario de la Fundación Mediterránea, encabezado por el grupo Arcor y Roggio -que en 2002 recibió la concesión de los juegos de azar-, el agro-business y las multinacionales automotrices.

Reflejando esta coalición de intereses, apoyado en el arzobispado local, integrando al sindicalismo peronista al régimen político en ministerios y cargos parlamentarios y administrando la pobreza en las grandes barriadas populares que fueron guetizadas y reubicadas en la periferia urbana, diseñó un esquema de gobierno que permitió al peronismo afianzarse como principal partido del orden en la provincia.

Derechos y Humanos
El nuevo ciclo político abierto por el kirchnerismo, que en respuesta a la crisis del 2001 elevó la retórica de Derechos Humanos a relato estatal, encontró a De la Sota librando una batalla cultural en defensa de la teoría de los dos demonios.

En 2004 le reprochó a Hebe de Bonafini que “las Madres deberían haber cuidado más a sus hijos”, oscura reminiscencia de la siniestra publicidad de la dictadura que repetía “¿Usted sabe dónde están sus hijos?”. El 24 de marzo de 2007 se ausentó del acto en que el ex centro clandestino de detención La Perla era convertido en espacio de la memoria por el entonces presidente Néstor Kirchner.

Años más tarde, luego de la llamada “crisis del campo” que fortaleció el antikirchnerismo sojero de Córdoba, escaló en su cruzada ideológica. En 2012, en una conferencia en la Universidad Austral dijo “en mi juventud fui apasionado y revolucionario, pero seguí los lineamientos de Perón, a diferencia de otros que se enamoraron de las armas y de la violencia y llevaron a miles de jóvenes idealistas a la muerte; sin embargo, siguen libres y algunos de ellos están en el gobierno o son asesores”.

Actuó a tono con la constante reivindicación del “Perón del 73”, es decir, el que orquestó el Navarrazo, endureció el Código Penal y dio vía libre al accionar de la Triple A; y coherente con su participación -junto con Hugo Moyano- en manifestaciones reclamando que el asesinato del líder cegetista de la derecha peronista José Ignacio Rucci fuese considerado delito de lesa humanidad.

Pero más importante que lo que dijo es lo que hizo. Su perfil conservador en el terreno de los derechos humanos tuvo como correlato interno el fortalecimiento de una política fuertemente represiva basada en los modelos securitarios de “tolerancia cero” establecidos por el Manhattan Institute. Ya en el año 1999, a pocas semanas de asumir, la primera reunión con un organismo internacional que tuvo De la Sota había sido con el Manhattan Institute, con el que suscribió en 2014 acuerdos de cooperación y asesoramiento. El resultado fue una política de policialización de la provincia que tuvo como saldo el fortalecimiento del poder de fuego de la corporación policial y una escalada en el asesinato de pibes de las barriadas humildes por el gatillo fácil, todo un signo de la gestión delasotista.

Por estos días, todo el régimen provincial se unió para rendirle tributo. Peronistas y radicales, que hace años sostienen un esquema de gobierno basado en el reparto mutuo del poder, lo homenajearon dando cuenta de su rol de histórico garante de la gobernabilidad burguesa. A este homenaje se plegaron referentes del kirchnerismo provincial y nacional que venían intentando articular una alianza electoral con De la Sota. Una nueva muestra de un kirchnerismo fagocitado por el peronismo realmente existente en su desesperada carrera hacia 2019. La desaparición física de De la Sota representó la desaparición de la última oportunidad política de consolidar una opción electoral de peso para un kirchnerismo dispuesto a bajar hasta la última bandera de retórica progresista.

Murió un representante de la Córdoba conservadora y empresarial. Nuestra Córdoba, la de la unidad obrero-estudiantil, la del movimiento estudiantil que lucha por la universidad pública, la del movimiento de mujeres que llenó por decenas de miles las calles desafiando el dominio de las campanas, la de los pibes que desafían la violencia policial en los barrios, nada tiene que llorar.

Foto: Raúl Lacabanne, interventor de Córdoba, saluda al intendente José Domingo Coronel. Atrás, un joven José Manuel De La Sota.

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