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Clarín: breve historia del periodismo de guerra (contra sus trabajadores)

Hace algunos meses, el editor de Clarín Julio Blanck reconoció en este medio que el gran diario argentino había hecho “periodismo de guerra”. El término cobró gran repercusión, en sus distintos usos. En estos días, con los 380 despidos ocurridos en su planta gráfica de Pompeya y el gran operativo represivo del gobierno de Macri, vale repasar la historia anti-sindical de la mayor empresa periodística de la Argentina. Una semblanza que sería imposible sin el inestimable servicio de las fuerzas de seguridad de los distintos gobiernos.

19 de enero de 2017| Lucho Aguilar |

El 3 de febrero de 1976 las persianas de Clarín de calle Tacuarí amanecían cerradas con custodia policial. Personal de seguridad del diario filtraba a quienes podían entrar a la planta. Además de los delegados, elegidos en 1972 tras el despido de la anterior comisión interna, serían despedidos un total de 60 trabajadores. Según recuerda Mario Alberto Díaz, “hicimos asambleas multitudinarias, pero la empresa ya había tomado a algunos servicios de inteligencia que llegaron para romper con la organización gremial” (Tiempo Argentino). El 24 de marzo Clarín titularía “Nuevo gobierno” y se comprometería con la dictadura militar en una historia conocida. Entre julio y agosto de 1976 despediría a cerca de 600 trabajadores más, y cualquier actividad gremial sería perseguida.

En 1982, aún en dictadura, un sector de periodistas intentaría reorganizar la comisión interna. Aunque realizaban sus reuniones fuera de la empresa, la gerencia logró detectar el incipiente proceso y despidió a todos ellos.

El 14 de julio de 1989 quedaría grabado en la mente de Pablo Llonto, quien era delegado de prensa del diario en esos años. Este martes, mezclado entre los trabajadores y militantes que se acercaron a las puertas de AGR a repudiar la represión, recuerda. “Hacía un mes y pico que había asumido Menem. Estábamos en medio de un conflicto salarial, fuimos al paro y la toma para que no saliera el diario”. Los periodistas se acercaron a la planta de calle Zepita, donde se imprimía el matutino. Allí estaban los trabajadores gráficos. “La jueza nos acusó con el artículo 58, de usurpación, y con un fuerte operativo policial dijo que si no nos retirábamos ordenaría el desalojo por la fuerza”. Las conducciones de la UTPBA (prensa) y FGB (gráficos) impulsaron la posición de levantar la medida, que en medio del amenazante operativo logró imponerse. Sería el inicio de una nueva escalada anti-sindical de Clarín contra sus trabajadores.

El 4 de noviembre de 2000 sería otro de los capítulos claves de esta historia. Contra los delegados vendidos, los trabajadores del diario habían votado en agosto una nueva comisión interna. Los trabajadores pedían que se respete el convenio colectivo, se efectivice a los contratados, termine el destrato machista a las trabajadoras y se respete la actividad sindical, entre otros puntos. La empresa se negaba a atender los reclamos. “El 4 de noviembre llamaron a mi compañera Ana Ale, que era delegada general, que estaban poniendo vallas frente a la puerta de Tacuarí”, recuerda también Llonto. A las casas empezaban a llegar telegramas que acusaban a los trabajadores de “participar en asambleas” y a los delegados de “actitud desleal” con la empresa. Las esquinas de Finochietto e Ituzaingó eran cortadas por vallas y motos policiales. En la puerta había varios policías y agentes de seguridad privada, que se repetían dentro de la redacción del “valuarte del periodismo independiente”. El intento de bloquear la salida del matutino de la planta de Zepita sería rechazado por la Guardia de Infantería de la Policía Federal. La misma fuerza sería la que, la mañana del domingo, reprimiría a palazos a periodistas que intentaban ingresar a la redacción. “Periodismo de infantería” tituló ese día ’El clarinete’, el boletín que sacaban los activistas. El resultado: 117 trabajadores despedidos, entre ellos la comisión interna y la junta electoral. La Ministra de Trabajo de entonces era la Ministra de Seguridad de hoy, Patricia Bullrich.

Hasta 2012 los trabajadores de prensa de Clarín no volverían a tener delegados en la redacción.

El 29 de agosto de 2004 los trabajadores gráficos de AGR iniciaron medidas de fuerza. Rechazaban el sistema de semana desplazada que violaba el convenio gráfico, pero también el régimen de vigilancia que la patronal aplicaba “en defensa de su productividad”. La acción de los trabajadores debería enfrentar una brutal alianza. La justicia, el gobierno y sus fuerzas de seguridad acudirían en ayuda del “periodismo de guerra”. En la semana comenzarían a llegar los 119 telegramas de despidos, entre ellos los delegados y activistas. El 6 de septiembre la Guardia de Infantería de la Policía Federal, en un desproporcionado operativo represivo con cientos de efectivos, hidrantes y helicópteros, garantizaría la salida de la revista Viva. Clarín jamás respetaría la conciliación obligatoria, ante la mirada cómplice del ministro Carlos Tomada. El juez de la dictadura Bonorino Peró más tarde acusaría a los delegados por usurpación, privación ilegítima de la libertad, daños a la propiedad y hurto.

Uno de los obreros hoy en conflicto, que está por cumplir 20 años en AGR, recuerda: “después de ese conflicto la empresa avanzó sobre el convenio y las condiciones de trabajo”.

El martes 17 de enero de 2017 la Guardia de Infantería de la Policía Federal volvería a entrar en escena, esta vez acompañada por la Gendarmería. Patricia Bullrich, bajo las órdenes de Macri, volvía a servir al “periodismo de guerra” de Clarín, luego de que este decidiera el cierre y el despido masivo de sus trabajadores. El ataque a la organización y las condiciones de trabajo aparece otra vez como telón de fondo. Cerca de las 16 horas, con gases, palos y balas de goma, avanzaron sobre trabajadores, familiares y militantes para cercar la planta. Como denunció el delegado Pablo Viñas, uno de los referentes del taller reincorporado tras una pelea de 7 años: “tenemos compañeros heridos, apuntaron a la cabeza. Pero acá los trabajadores vamos a seguir firmes, a pesar de la represión”. Horas más tarde, ante la solidaridad desplegada por un amplio arco sindical y político, las fuerzas represivas disminuían el operativo aunque se mantenían amenazantes y sumaban tareas de espionaje.

Este breve recorrido ilustra la trayectoria anti-sindical de Clarín. También deja a la vista otro hecho: 1976, 1989, 2000, 2004, 2017. Ante cada cambio político importante, el “periodismo de guerra” hace su apuesta. Y juega fuerte. Uno de sus lemas es arrancar todo lo que puede de entrada; después ver. Por eso al inicio de esos distintos ciclos ha logrado beneficios (Papel Prensa, leyes, permisos de fusiones, millonarias pautas), al tiempo que ha atacado la organización obrera, con prácticas anti-sindicales y contra las condiciones de trabajo. En esos momentos la Guardia de Infantería se convierte, podríamos decir, en una compañía más del Grupo.

Por eso la de AGR es hoy una lucha testigo. Como dijo Nicolás del Caño desde el acampe solidario, “rechazamos los despidos y la represión. Para que estas empresas no se salgan con la suya, hay que garantizar la más amplia unidad, romper el cerco mediático y poner en marcha un gran plan de lucha nacional”.

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