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8 DE MARZO: Mujer trabajadora, industria y precarización en el siglo XXI

Cuando una escucha la historia que nos cuentan en la escuela de cómo se origina la conmemoración del 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, piensa: ¡qué bueno que esa precarización quedó en el siglo pasado! En 1908, dice la historia oficial, murieron en Nueva York 129 obreras textiles en un incendio intencional que provocó el dueño buscando terminar con una protesta de las trabajadoras.

17 de febrero de 2020

Si bien las mujeres conquistaron derechos de un siglo al otro, todavía faltan muchos más, que difícilmente se consigan en soledad, sin el resto de los oprimidos y explotados. La inserción industrial de las mujeres comenzó a partir de la revolución industrial (1760-1840) y sobre todo con la Primera Guerra Mundial (1914-1918). En este sentido la guerra supuso dos aspectos importantes: se reclutó a gran parte de la población masculina para acudir al frente y, por otro, el conflicto bélico influyó en unas necesidades industriales importantes que hicieron que las mujeres se incorporaran al mercado laboral.

El incremento de la llamada feminización del trabajo viene acompañado de una mayor tendencia a la precariedad laboral mundial. Ellas ganan el 27% menos que los trabajadores varones. El ajuste del FMI empeorará las condiciones.

¿Cómo es trabajar en la industria hoy?
En la actualidad, se ha avanzado en muchas empresas en robotizar las líneas de producción. Lejos de mejorar las condiciones productivas para atenuar las enfermedades laborales, sucede todo lo contrario, se le exige a las operarias y operarios que produzcan al ritmo de las máquinas, con el resultado final de infectar a las obreras sobre todo, con tendinitis, túnel carpiano, hernias y cervicalgia, entre otros trastornos de salud. Las enfermedades laborales son solo el comienzo de una larga cadena de manoseos y maltratos de parte de las patronales, las ART en connivencia con las obras sociales de los sindicatos.

Veamos el ejemplo de una multinacional como Mondelez de Argentina, por nombrar una. Las obreras tienen que producir a la velocidad de las máquinas. Una vez que se lastiman por los altos ritmos, comienza la hazaña de lograr que la ART se haga cargo. Si tuviste suerte, falta sortear el obstáculo de que una vez reintegrada al trabajo, pueda conseguir una tarea adecuada a la lesión que se padece.
Pero esta no es la norma. Todo lo contrario. Muy pocas veces se logra el reconocimiento de la enfermedad como laboral, la mayoría tiene que volver al trabajo cotidiano sin curarse. Los únicos beneficiados en la reforma de la Ley de ART, que se decretó bajo el gobierno de Mauricio Macri en 2017, han sido los patrones.

El resultado final son trabajadoras que se cansan de dar vueltas entre unos y otros y que desgastadas por el maltrato vuelven a la líneas a producir. Con el dolor a cuestas, ya que muchas son sostén de hogar, se ven obligadas a dejar hasta la última fuerza de sus tendones por un salario que no cubre la canasta básica familiar. Ahí entra el chantaje del presentismo, ir a trabajar con dolor o con los hijos enfermos para no ganar menos.

Nos hemos hartado de escuchar historias de compañeras, familiares o amigas que trabajan en fábricas, no tan grandes o igual a Mondelez, que se quejan de esto. También oímos ejemplos de que las mujeres no tienen acceso a las categorías o puestos de maquinistas que sí alcanzan los compañeros varones, que al igual que ellas tampoco alcanzan un salario para cubrir las necesidades básicas para vivir. Innumerables ejemplos de turnos médicos que cuesta horrores conseguir, semanas o meses para poder realizar un estudio, cuando la mayoría de las veces la salud no tiene los mismos tiempos que las burocracias administrativas. Esto desemboca en el desgaste y el agravamiento de enfermedades de familias obreras enteras.

Mujeres que se mojan las remeras con leche en las líneas mientras trabajan; pechos que parecen que van a explotar por no tener lactarios en los lugares de trabajo e hijos a los que se los separa de las madres a los 45 días de nacidos. ¡Quién puede pensar que de pasar de estar todo el día con tu bebé amamantándolo se puede trabajar de un día al otro 8 horas sin parar a lactar! Toda esta brutalidad y más se vive en los tiempos que corren. Nada que envidiarles a las condiciones laborales del siglo pasado. Si esto ocurre en multinacionales tan grandes como Mondelez, imaginemos ahora qué pasa en los lugares más precarizados o con las trabajadoras tercerizadas o contratadas.

Recuperar los sindicatos
La única manera de desterrar gran parte de estas condiciones de los lugares de trabajo es con las mujeres organizadas y en unidad con los compañeros varones, dentro y fuera de las fábricas.

Hoy los sindicatos están usurpados, desde hace décadas, por una casta atornillada en sus sillones llena de privilegios que prioriza sus negocios con los gobiernos de turno y garantiza que los empresarios hagan y deshagan a su antojo, poniendo en jaque las condiciones de vida y la salud de los obreros y obreras. Especialmente, de las obreras.

No hay que esperar más. Ya es suficiente. Con la fuerza de las mujeres hay que recuperar los sindicatos y ponerlos al servicio de la clase trabajadora.

Las mujeres no solo desafían al machismo, sino que llaman a los compañeros varones a que se sumen a la lucha contra un sistema social que sostiene y alimenta jerarquías y explota a varones y mujeres para su propio beneficio.

Para esto es fundamental que en cada lugar de trabajo haya comisiones de mujeres y agrupaciones clasistas que se den como objetivo esta tarea, la de recuperar los espacios de organización de trabajadores y trabajadoras.

8 de marzo en las calles
Las direcciones sindicales tradicionales les dan la espalda a las demandas de las mujeres. De las organizaciones antiburocráticas de los propios trabajadores y trabajadoras va a depender incorporar las demandas de las mujeres como parte del conjunto de reivindicaciones de la clase trabajadora.

Las mujeres trabajadoras -las más oprimidas entre las oprimidas y las más explotadas entre los explotados- tienen que encabezar la lucha por conseguir los derechos que nos niegan. Un ejemplo de esto son la Comisión de Mujeres de MadyGraf, aparte de llevar adelante una fábrica bajo gestión obrera y sin patrones, también son ejemplo para otras trabajadoras que se organizan, como las mujeres de Ansabo en zona Sur de GBA y la Comisión de mujeres de Minetti en Córdoba, mujeres que luchan contra los patrones que dejan familias enteras sin pan para sus hijos, mujeres que van a encabezar este 8 de marzo las columnas de miles como ellas, para demostrar la fuerza arrolladora de las mujeres organizadas en las calles.

De cara a esta gran jornada, este sábado MadyGraf abre sus puertas para que las mujeres en asamblea, pileta y fútbol de por medio, empiecen a debatir cómo seguir organizándose.

Por Lila Cejas Ex trabajadora de la autopartista Kromberg

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